domingo, 20 de diciembre de 2009

El duende dice: Un cuento para dormir



Marcha Nupcial
“El mejor día de mi vida”, eso es lo que dice toda la gente el día de hoy, pareciera que el vocabulario de todos a mi alrededor se limita a esas palabras. Sonríe, párate bien, no vayas a llorar que arruinaras el maquillaje, esas algunas de las muchas recomendaciones antes del gran paso. Pareciera que hoy todos quieren vivir por mí, y a mí sinceramente no me molestaría que lo hicieran.
Los ojos de todos están sobre mí, la gente se levanta al escuchar la música empezar, se mantiene atenta al verme pasar; las sonrisas, lágrimas y saludos no se dejan esperar, y mientras todos disfrutan el momento yo solo puedo pensar en una sola cosa, en él. Aquel de los ojos expresivos, aquel que con una mirada solía decirme todo sin palabras, que aprendió a escuchar mi silencio, que no necesitaba de palabras para amarme, simplemente lo hacía porque le placía, que sonreía cuando yo lo hacía, pero que también lloraba y lamentaba junto con migo, que sabía que decir en el momento adecuado, cuyos detalles me enloquecían, no por hecho de saber cuánto había costado, si no por el significado que tenía para ambos, el que no necesitaba de anotar nuestras fechas importantes en el celular, ni poner recordatorios para que le diera tiempo de comprar un obsequio, ya que esas fechas estaban tan presentes en su corazón y mente como el día que sucedieron, que supo robarme el corazón con un beso y una caricia, y ocupar todo el espacio en mi mente con una rosa y una sonrisa.
Y a medida que avanzo rumbo a mi destino, me doy cuenta de que esto puede ser un error, miro a Jorge de pie, aquel hombre bien parecido, de buena familia o por lo menos eso es lo que me han dicho, aquel que me tiene que convencer de la verdad aun cuando yo misma la allá presenciado, a quien por mas que le hablo, y hablo no me escucha, el que me conoce también que aun tiene que preguntar qué es lo que me gustaría de regalo, que no entiende mi risa y mucho menos mi llanto, al que aun se le olvida la fecha de aniversario y manda a comprar regalos de último minuto, que aun confunde mi nombre con el de quien sabe quien, el que aun trata de impresionarme con regalos costosos y detalles sin el más mínimo sentido, que trata de robarme el corazón a punta de pistola y ocupar mi mente con llamadas impertinentes. Pero por increíble que parezca también el único que tuvo el valor de pedírmelo. Ahora el tiempo ha pasado, ni cuenta me he dado, de cuando deje de caminar, vuelvo de mis pensamientos con una sensación de insatisfacción, si tan solo él se hubiera atrevido. Miro a Jorge y digo: Acepto, ¿Qué es lo que acepte?, no lo sé y creo que nunca lo sabré.


NOTA:
Al conocerlo, el amor que sentí por él me llevo a otro gran amor, las letras, al placer de comunicar mis sentimientos y emociones con suaves trasos. Ahora ya no esta, se fue con alguien más y las letras seran el verdugo que me recuerde que algún día estuvo aquí, junto a mí.
Este cuento fue el primero que escribí, claro para tratar de impresionarlo, y ahora a dos semanas de su partida veo cuanto dice de mi, por que ahora yo camino a un altar para dejar de amar (no literal).

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